Rodeados por un mes de febrero que nos ha alcanzado, casi sin darnos cuenta, por fin podemos afirmar que nos hemos recuperado de las Navidades. Además de una energía renovada, también disponemos de la suficiente perspectiva para analizar el acierto de los Reyes Magos, sobre todo con los más pequeños.
Empujados a partes iguales por un consumismo exagerado, una publicidad machacona y una sociedad que valora de forma casi única aspectos materiales con preguntas como qué te han traído los Reyes hemos llenado el salón de regalos y paquetes tan grandes que apenas dejaban ver nuestro Belén.
¿Y qué ha ocurrido? Lo mismo que el año pasado y lo mismo que el anterior: ¡lo mismo de siempre!
Los más pequeños se emocionan al ver todos sus regalos, se vuelven locos arrancando lazos y destrozando el papel que envuelve cada paquete y sin haber acabado del todo pasan al siguiente como si el regalo que acaban de abrir ya formase parte del pasado.
Padres y madres insistiendo con frases como ¡cuántos regalos! o ¡qué paquetes tan grandes! no contribuyen a la educación de sus hijos. Expresiones como estás tan solo sirven para autoreconocerse su labor de paje.
Pero hay una ley que siempre se cumple: cuanto mayor sea un paquete y más complejo sea el juguete que hemos escogido para un niño pequeño menos le interesará el propio juguete y más se interesará por la caja de cartón que usará para inventarse historias y vivir aventuras. Comenzará siendo una casa donde refugiarse de la lluvia y pasará a ser un supercoche o una nave espacial.
Los niños quieren jugar, inventarse historias, crear, sentir, emocionarse,… ¡No quieren ver como un juguete juega solo! Un juguete que lo hace todo. al principio resulta muy resultón. pero rápidamente queda olvidado mientras que un juguete que convierta al niño en protagonista tiene el éxito asegurado.
Los juegos de mesa nos permiten hacer; no lo hacen todo ellos. Por eso son tan adecuados para los niños (y los no tan niños). Además, en los últimos años la oferta de juegos de mesa en nuestro país ha aumentado de forma increíble. Existen juegos para todas las edades, de todos los tipos, con las más diversas temáticas,…
Hemos dejado atrás la época en la que tan solo existía el parchís y la oca. Eso era otra época pero, ¿cómo era la vida de los niños hace mucho más tiempo? En dos palabras: fascinante y simple. ¡Tremendamente emocionante!
Queremos compartir con vosotros la visita que hicimos este verano al Museo do Pobo Galego, en Santiago de Compostela. Se trata de un museo etnográfico situado en el antiguo convento de San Domingos de Bonaval, próximo a la Puerta del Camino, lugar de llegada del Camino Francés al núcleo histórico de la ciudad del Apostol.
El Museo do Pobo Galego recoge innumerables piezas antiguas que nos recuerdan cómo era la vida hace tiempo. Podemos encontrar pequeñas embarcaciones de pesca junto con todos sus aparejos, decenas de utensilios para trabajar el campo,…Todo lo que se empleaba en la vida diaria. Y lo mejor de todo, ¡no hemos encontrado nada que funcionase a pilas!
La colección incluye varios juguetes de la época así como fotografías antiguas que muestran cómo se jugaba con ellos. Al ver los juguetes te llama la atención lo sencillos que son. Sin embargo hay otro detalle que resulta más llamativo: la cara de felicidad de los niños jugando con ellos.
Estos rostros llenos de ilusión quizás simplemente sean el reflejo de unos niños felices por jugar, por sentirse protagonistas. ¿Nuestros hijos muestran la misma ilusión mientras ven como sus modernos juguetes juegan ellos solos?
Quizás, si nos parásemos a pensar y nos fijásemos en cómo eran las cosas antes, nos daríamos cuenta de que lo importante no es acumular muchos regalos de mucha gente si no que el auténtico regalo es poder jugar con mucha gente. Somos seres afectivos antes que posesivos y nos importa mucho más sentir que tener.
Si estás buscando un regalo genial para tu familia no lo dudes: reúne a tus padres con tus hijos y llévales al Museo do Pobo Galego. Deja que tus nietos pregunten y que los abuelos expliquen. Va a ser algo emocionante para todos, algo que nunca olvidarán, quizás simplemente porque se sentirán protagonistas de una gran aventura, un bonito viaje en el tiempo.
Mientras abuelos y nietos descubren todos los secretos del museo te puedes entretener haciendo fotos de una de las escaleras más bellas del mundo, la triple escalera de caracol del Museo do Pobo Galego, aunque lo más probable es que no te quieras perder sus caras de ilusión.
Los niños quieren jugar, inventarse historias, crear, sentir, emocionarse,… y nosotros también.
Carcassonne, Pieza de Inicio
Nuestro más profundo agradecimiento al Museo do Pobo Galego por su colaboración en la realización de este artículo.